domingo, 27 de septiembre de 2009

LOS ORIENTALES

LOS ORIENTALES

De todas partes vienen,
sangre y coraje,
para salvar su suelo
los orientales;
vienen de las cuchillas,
con lanza y sable,
entre las hierbas brotan
los orientales.

Salen de los poblados,
del monte salen,
en cada esquina esperan
los orientales.

Porque dejaron sus vidas,
sus amigos y sus bienes,
porque es más querida
la libertad que no tienen,
porque es ajena la tierra
y la libertad ajena
y porque siempre los pueblos
saben romper sus cadenas.

Eran diez, eran veinte,
eran cincuenta,
eran mil, eran miles,
ya no se cuentan.

Rebeldes y valientes
se van marchando,
las cosas que más quieren
abandonando.

Como un viento que arrasa
van arrasando,
como un agua que limpia
vienen limpiando.

Porque dejaron sus vidas...

TE ESTOY LLAMANDO

TE ESTOY LLAMANDO

Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.

Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.

Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.

LAS LÍNEAS DE LA MANO

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en este instante empieza a cerrarse sobra la culata de una pistola.

Julio Cortázar, “Historias de cronopios y de famas”, 1962

AGRADECIMIENTO

Agradecimiento

Esto, que de poema tiene sólo la
forma, es un agradecimiento a
quienes nos están enviando folletos
con las fotos de los cadáveres de los
guerrilleros muertos en Bolivia,
enmarcadas, eso sí, por textos
falaces y torpes que, como siempre,
como hacen en Vietnam a cada
rato, erran el blanco (1968).

Agradezco
agradezco de verdad
de todo corazón
esos pobres retratos de sus muertes queridas
sus muertes por nosotros
que hasta el día de hoy no habían tenido
sino un rostro
el del Che.
Agradezco
agradezco y si pudiera
retribuir con creces
si yo también tuviera
semejantes servicios de información
con gusto
más
con feroz pasión prepararía
algo más que un folleto
para retribuir
prepararía un álbum
con las fotos de veinte mil muchachos
también agujereados también rotos
también quemados
muertos
mientras los ocupaban en destruir Vietnam
que por allá se pudren.
Sí.
Uno está vivo
vivo
y algún día se muere
y
luego se pudre.
Y qué.
También el lindo Kennedy
y el pobre pastor King
sin que nunca hayan hecho la guerrilla.
Hay algunos
hay muchos
que mueren en la cama
—no veo la ventaja—
pero por conseguirlo
hay quienes por la vida
van meneando la cola hasta arrancársela.
Otros
si nacen negros y en Estados Unidos
o en países así
a veces son matados como perros
y también quedan por ahí tirados.
Si por acaso se nació en Vietnam
es posible morir ametrallado
asfixiado pateado
tajeado contagiado retorcido
asado envenenado destrozado
por los occidentales y cristianos
por los occidentales y cristianos
por los cristianos digo.
Si tienen más fotografías
y no es mucha molestia
por favor les pedimos
no dejen de enviarlas.
Nadie se asusta de una muerte al sol
cuando se da la vida por un sueño.
Aquí en el Uruguay
los venerados héroes
anduvieron también por las cuchillas
y dejaron sus huesos por ahí.
Y el que hoy va a la guerrilla en Sud América
no va como ese chico de Khe Sanh
que quería comprarse un grabador.
Y el pobre bestia se alquiló tan sólo
por cobrar unos dólares de más.
Pero Señores
esto es otra cosa.
Cómo no lo aprendieron en Vietnam.
Esto se llama libertad o muerte
y para muchos ésa
no es una linda frase y nada más
es Libertad oMuerte
y lo de libertad va contra ustedes
lo de muerte también va contra ustedes.
Y hay quienes por cumplirlo
van a la muerte.
Y qué.
Y hay además de ustedes
mercenarios
cipayos
vendepatrias
sicarios y malinches
y hay imbéciles
que también son el blanco de esa frase
que también tienen por opción la muerte.
Y hay —Señores—
seguro
quién lo duda
hay que elegir con decisión porque hay
dos vidas y dos muertes posibles
y porque hay
diferentes maneras de pudrirse.
Y ustedes
sin quererlo
ayudan a elegir en todo el mundo.
Gracias por todo. Libertad o muerte.

—Idea Vilariño—

ADAGIO A MI PAÍS

ADAGIO DE MI PAÍS ALFREDO ZITARROSA

Bm F#7 Bm
En mi país, que tristeza
D, A
La pobreza y el rencor
D G D
Dice mi padre que ya llegará
A D
Desde el fondo del tiempo otro tiempo
G D
Y me dice que el sol brillará
A
Sobre un pueblo que sueña
D A
Labrando su verde solar
Bm F#7 Bm
En mi país, que tristeza
D,A
La pobreza y el rencor.


Bm F#7 Bm
Tu no pediste la guerra
D, A
Madre tierra, yo lo sé
D G D
Dice mi padre que un solo traidor
A
Puede con mil valientes
D G
El siente que el pueblo
A
En su inmenso dolor
A
Hoy se niega a beber
D A
En la fuente clara del honor
Bm F#7 Bm
Tu no pediste la guerra
D, A
Madre tierra, yo lo sé.


Bm F#7 Bm
En mi país somos duros
D, A
El futuro lo dirá
D G D
Canta mi pueblo una canción de paz
A D
Detrás de cada puerta
G D
Está alerta mi pueblo

A
Y ya nadie podrá
D A
Silenciar su canción
D A
Y mañana también cantará
Bm F#7 Bm
En mi país somos duros
D, A
El futuro lo dirá


Bm F#7 Bm
En mi país que tibieza
D, A
Cuando empieza a amanecer
D G D
Dice mi pueblo que puede leer
A D
En su mano de obrero el destino
G D
Y que no hay adivino ni Rey
A D
Que le pueda marcar el camino
A
Que va a recorrer
Bm F#7 Bm
En mi país que tibieza
D, A
Cuando empieza a amanecer

D G D
En mi país somos miles y miles
A D
De lágrimas y fusiles
G D
Un puño y un canto vibrante
A D
Una llama encendida, un gigante
A D A,D
Que grita: adelante, adelante.

D A D
En mi país brillará
G D
Yo lo sé el sol del pueblo
A D
Arderá nuevamente
A D, A, D
Alumbrando a mi tierra.

A REDOBLAR

Los Olimareños
A Redoblar
AUTOR: Los Olimareños


Mim Si7
Volverá la alegría
Do Si7
a enredarse con su voz
Mim SI7
a medirse en tus manos
Lam Si7
y apoyarse en tu sudor.
Lam Do Si7
Borrará duras muecas pintadas
Lam Do Si7
sobre un frágil cartón de silencio
Lam Do Si7
y el aliento de murga saldrá

Mim
A redoblar....
Si7
a redoblar, muchachos, esta noche
Lam
cada cual sobre su sombra
Do SI7
cada cual sobre su asombro a redoblar
Lam Do
desterrando la falsa emocion el lalalà
SI7 Mim
el beso fugaz , la mascarita de la fe




A redoblar....
a redoblar , muchachos que la noche
nos presta sus camiones
y en su espalda de balcones y zaguán
nos esperan, nos espean otros redoblantes, otra voz,
harta se sentir la mordedura del dolor.


A redoblar....
a redoblar , muchachos, la esperanza...
que su latido insista en nuestra sangre
para que ésta nunca olvide su rumbo....
Mim Si7
porque el corazón no quiere
Do Si7
entonar más retiradas.
Mim Si7
Porque el corazón no quiere
Do Si7
entonar más retiradas.

POR QUÉ CANTAMOS

Si cada hora vino con su muerte.
Si el tiempo era una cueva de ladrones.
Los aires ya no eran buenos aires.
La vida nada más que un blanco móvil.
Usted, preguntará por qué cantamos.

Si los nuestros quedaron sin abrazo.
La patria casi muerta de tristeza.
Y el corazón del hombre se hizo añicos
antes de que explotara la vergüenza
Usted, preguntará por qué cantamos.

Cantamos porque el río está sonando
y cuando el río suena, suena el río .
Cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino.
Cantamos porque el niño y porque todos
y porque algún futuro y porque el pueblo.
Cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.

Si fuimos lejos como un horizonte.
Si aquí quedaron árboles y cielo.
Si cada noche siempre era una ausencia
y cada despertar un desencuentro.
Usted preguntará por qué cantamos.

Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida.
Y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.
Cantamos porque el grito no es bastante.
Y no es bastante el llanto ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto,
cada pregunta tiene su respuesta.

Mario Benedetti - Uruguay

Interpretación: Juan Carlos Baglieto y el Coro Kenedy - Argentinos

SOBRE LA POESÍA

habría un par de cosas que decir/
que nadie la lee mucho/
que esos nadie son pocos/
que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/y


con el asunto de comer cada día/ se trata
de un asunto importante/ recuerdo
cuando murió de hambre el tío juan/
decía que ni se acordaba de comer y que no había problema/

pero el problema fue después/
no había plata para el cajón/
y cuando finalmente pasó el camión municipal a llevárselo
el tío juan parecía un pajarito/

los de la municipalidad lo miraron con desprecio o desdén/ murmuraban
que siempre los están molestando/
que ellos eran hombres y enterraban hombres/ y no
pajaritos como el tío juan/ especialmente

porque el tío estuvo cantando pío-pío todo el viaje hasta el cementerio municipal/
y a ellos les pareció un irrespeto y estaban muy ofendidos/
y cuando le daban un palmetazo para que se callara la boca/
el pío-pío volaba por la cabina del camión y ellos sentían que les hacía pío-pío en la
cabeza/ el

tío juan era así/ le gustaba cantar/
y no veía por qué la muerte era motivo para no cantar/
entró al horno cantando pío-pío/ salieron sus cenizas y piaron un rato/
y los compañeros municipales se miraron los zapatos grises de vergüenza/ pero

volviendo a la poesía/
los poetas ahora la pasan bastante mal/
nadie los lee mucho/ esos nadie son pocos/
el oficio perdió prestigio/ para un poeta es cada día más difícil

conseguir el amor de una muchacha/
ser candidato a presidente/ que algún almacenero le fíe/
que un guerrero haga hazañas para que él las cante/
que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro/




y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron las muchachas/ los almaceneros/ los
reyes/
o simplemente los poetas/
o pasaron las dos cosas y es inútil
romperse la cabeza pensando en la cuestión/

lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío
en las más raras circunstancias/
tío juan después de muerto/ yo ahora
para que me quieras/

JUAN GELMAN
Seix Barral – Biblioteca Breve
Argentina 1998

pájaros prohibidos

Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
1976, en una cárcel del Uruguay. Didasko Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener "ideas ideológicas", recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel. Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didasko le elogía la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas: -¿Son naranjas? ¿Qué frutas son? La niña le hace callar: -Ssshhhh. Y en secreto le explica: -Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.
Eduardo Galeano